EN TORNO A LOS DINERS NORTEAMERICANOS
Es de noche, no llueve y tampoco hace frío. Sin embargo, no hay nadie por la calle. Cosa rara, porque la escena transcurre en Nueva York. Quizás sea así porque nos encontramos en un barrio relativamente tranquilo, el West Village, o tal vez porque estamos en el año 1942 y no corren buenos tiempos en el mundo.
El cuadro que contemplamos es conocido en español con el título de "noctámbulos", pero yo prefiero la tradución literal del inglés:nighthawks, "los halcones de la noche". Fue pintado por Edward Hopper (1882-1967) y es una muestra eminente del realismo pictórico norteamericano de mediados del siglo XX.
Estamos en uno de esos bares que allí llamandiners, breves estructuras prefabricadas, con sus conocidos asientos circulares anclados en el suelo y sus amplias cristaleras. En este caso, el interior está fuertemente iluminado.
Sólo hay cuatro personas: tres clientes y un camarero, quien viste de blanco y está a lo suyo; tal vez fregando o preparando una copa. Los dos clientes masculinos visten traje de chaqueta y cubren sus cabezas con sombreros. Uno de esos hombres está sentado, de espaldas a nosotros. Parece ensimismado en su soledad. Frente a él, en el otro lado de esa imposible barra triangular del bar, sin salida alguna, hay una pareja, aparentemente también sentada. No se miran, no se hablan: parecen también pensativos. Pero el casi imperceptible gesto de sus manos, tan próximas, los delata. Han llegado hasta allí juntos, pero no hablan entre sí.
Con tan pocos elementos visuales, Hopper ha creado uno de los más desgarradores alegatos hechos en la pintura moderna sobre el tema de la soledad del hombre contemporáneo.
Paseaba hace unos días por ese barrio, en algunos de esos diners de Nueva York, verdaderas reliquias de las modas de los años 60, aunque su historia pueda remontarse más atrás. En los tres que estuve encontré un ambiente cálido y acogedor. Una envolvente decoración made in U.S.A.: neones, skays, maderas y cantos cromados, además de los típicos asientos circulares. Mesas compartidas, aunque en algún caso vi también solitarios apresurados. Conversaciones diversas, que no alcanzaba a captar del todo. Camareros atentos y obsequiosos, hispanos en su mayor parte..
Me sentí a gusto en esos diners que han sido recogidos hasta en lo mejor del comic norteamericano. En este caso, mi visión no coincide con la magistral mirada de Hopper, con su pesimismo filosófico. Nos vemos en los bares..
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