Y con ternura observaba los objetos que la rodeaban: ese jarrón, esa taza...La luz tenue jugando con sus sombras. Sabía que en esas cosas inanimadas había algo de misterio: su inmovilidad, su estatismo y por otra parte su hermosura.
Los objetos que nos pertenecen tienen la certeza fidelidad de que nunca nos abandonan.
El libro imperturbable en la mesa que casi nos espera para que de una vez lo abramos, lo cerremos y por fin, lo guardemos en el mejor estante.
Este libro, este jarrón, esa taza... en su inmanencia nos susurran que también les debemos algo: mimar su envoltura, su decoro.
(Paloma Aguirre)
miércoles, 28 de marzo de 2012
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