30 de Mayo
de 2012
Ya soy la
persona que echa el vuelo. Ya no soy la misma mujer de antes. No porque sea o
me sienta joven todavía, como imaginando estar delante de mi amante; sino
porque soy y me siento libre y esa libertad la he pagado muy cara. Es mi único
tributo (egoísmo no creo) que aún puedo ofrecer al mundo.
Sé que no
voy a arreglar los problemas de los demás, sé que puedo llorar de tristeza,
arrancar a reír, pensar en todo aquello que dudo y a veces vacilo porque tengo
miedo. Pero soy libre como poca gente conozco.
Ahora pienso,
mientras escribo, que las personas duermen en esta mañana fresca y silenciosa (hoy
es fiesta local en Sevilla), siendo momentos tranquilizadores para soñar e
imaginar despierta. Y desde esto escribo, como si nada, me animo y me levanto.
No tolero
que la ruina de los escombros de los demás me afecte, que las obligaciones
interfieran los momentos de diversión tan deseables. Prefiero los que inventan
a los que se toman la vida muy en serio. Me siento en una posición privilegiada de
libertad. Aunque confirmo que no estamos solos, y no debo dejar de tener
ataduras.
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